Antonio Palacios Rojo
Descubro imágenes por satélite que parecen obras abstractas. Círculos de tierra o árboles, rectángulos repetidos de los plásticos de invernaderos o de placas solares, trazos gruesos de asfalto de pistas de aterrizaje, en todo esto el hombre ha puesto las manos encima. También me admiro de las irregularidades repetidas de curvas fractales de las marismas, óvalos de lagos, garabatos de tierra, de lo que no ha sido tocado. Quiero caminar por dentro de esas imágenes y vivir dentro de ellas por un momento.
El Dolmen de Soto, ubicado cerca de Trigueros, es uno de los monumentos megalíticos más importantes de la península. Data de entre el 3000 y el 2500 a.C. y forma parte de un conjunto funerario utilizado por comunidades agrarias. Su diseño alinea una cámara funeraria con la luz de sol durante los solsticios.
Parto desde este lugar hacia los silos centenarios del Cortijo de San Benito de Candón, utilizados para almacenar grano desde al menos el siglo XVIII y convertidos en palomares en la década de 1930. Uno de los silos, en particular, llamó mi atención. Al asomarme al interior, vi un colchón en el suelo y una viga de hierro que parecía haber servido como escalera, facilitando el acceso a una ventana a ras de suelo.