Antonio Palacios Rojo
Descubro imágenes por satélite que parecen obras abstractas. Círculos de tierra o árboles, rectángulos repetidos de los plásticos de invernaderos o de placas solares, trazos gruesos de asfalto de pistas de aterrizaje, en todo esto el hombre ha puesto las manos encima. También me admiro de las irregularidades repetidas de curvas fractales de las marismas, óvalos de lagos, garabatos de tierra, de lo que no ha sido tocado. Quiero caminar por dentro de esas imágenes y vivir dentro de ellas por un momento.
Me dirijo a un blanco plano de acero. Cuando uno se acerca, se asombra de esta fábrica solar Solnova, en Sanlúcar la Mayor, y sus torres alienígenas que disparan rayos blancos a la tierra. Al final del camino hay un cartel que indica Casa Quemada. Esas palabras pueden resumir lo que ha logrado la humanidad: quemar la casa en donde vive. Antes de llegar, he atravesado un par de círculos, uno marrón barro habitado por piara de cerdos, otro verde oliva. La perfección de lo circular demuestra una explotación mecánica. También paso por dos manchas derretidas, restos mortales insepultos del río Guadiamar.
El silencio recto de la carretera apenas es interrumpido por autos enormes y pequeños. Para demostrar que he hecho el camino, recojo trozos de olivos, plantas resecas rojas, tierra amarilla, piedras blancas. También una lata rojiza tan oxidada y destruida que puede representar a toda la basura que se acumula en los arcenes. Luego, me doy cuenta de que mis pasos han sido guiados desde las alturas. No necesito recoger nada, tan solo grabar los datos de mis pasos.
Me dispongo a hacer lo mismo una y otra vez. Sí, descubre un bello cénit, camina por él, graba y comparte tus datos.