Una fuente daba de beber a un poblado romano llamado Archena, pero ahora, el agua se llena de malas hierbas. Un mismo abrevadero para los hombres y las bestias, la misma memoria perdida también para ellos. El grafiti de un submarino tapa el cartel que detalla lo olvidado.
Cerca de allí, un pequeño río tinto nace desde una acequia cercana a un olivar y se remansa en varios charcos del camino. El color no tiene nada que ver con el barro, parece otra cosa, algo que ha dejado de ser natural; la espuma, sin embargo, da buena vista, un toque blanco marino tras la tormenta.
Las lluvias han desbordado ríos y riachuelos, haciendo brotar de nuevo los metales; un grafiti invisible marca el paisaje. Las minas se abren, pero nunca se cierran, sangre profunda que abre más heridas.