Hace unos días, sin querer, me encontré en la isla de Socotra. Fue cuando fui al mercado de Sanlúcar la Mayor, Sevilla, a comprar ese incienso que suelen anunciarse como procedentes de la India. Son de esos que se encienden por un extremo y comienzan a desprender humo hasta impregnar toda la habitación con su esencia.
La vendedora se llama Flor. Yo no tengo mucha idea sobre marcas, tipos o calidades, así que ella eligió un par de variedades, sus preferidos. Uno de ellos era el conocido pachulí, que tiene un aroma muy "hippie". El otro, el que más me llamó la atención, se llama "sangre de dragón".
Esta variedad hace referencia al archipiélago yemení, ya que se supone que su base es la resina del famoso árbol del mismo nombre. Este tiene una forma peculiar: un tronco muy ancho con ramas pequeñas, parecidas a las de un arbusto, lo que crea una apariencia extraña. Sus hojas tienen un tono rosáceo, rojizo... No sé, admito que la identificación de colores no es precisamente mi fuerte.
Al leer el nombre de Socotra en el envase, sentí una especie de revelación.
Meses antes tenía la intención de viajar allí para desarrollar un proyecto artístico basado en caminatas registradas por GPS y el análisis de las fuerzas involucradas en el desplazamiento. Todos esos datos podrían recopilarse fácilmente mediante aplicaciones móviles, y con ellos planeaba crear una obra similar a otra que tengo llamada Casa Quemada, centrada en Andalucía.
Sin embargo, ya fuera por miedo, precauciones o ciertos prejuicios, no realicé el viaje. La razón es que el archipiélago, aunque no lo parezca, se halla en una zona de guerra. Forma parte Yemen pero su soberanía está en disputa. Actualmente, Emiratos Árabes Unidos ha iniciado una colonización silenciosa de la isla y es el principal promotor del viajes a ese destino. Al no ir, mi performance quedó en un simple borrador: un documento de texto en el que recopilé noticias, casi siempre relacionadas con las tensiones en la región.
Lo que hice fue reducir toda esa información a cifras frías. Detrás de cada número hay dolor, sangre o injusticia. En lugar de registrar datos de mis desplazamientos por aquellas tierras, terminé recopilando apariciones de Socotra en los medios, especialmente por su importancia estratégica en el comercio internacional. Al estar cerca del Golfo de Adén, se convierte en una ruta clave para el tráfico marítimo.
Me parece un lugar fascinante, mas decidí dejarlo porque sentía que no era algo que me afectara directamente. Es un asunto global, lejano, y lo más cercano que podría estar sería contratando un viaje con alguna agencia especializada en destinos no convencionales.
Últimamente he visto youtubers e influencers que la visitan y la presentan solo como un destino paradisíaco. Resaltan su flora y fauna únicas, su carácter aislado y la idea de que es "otro mundo". Al final, todo se reduce a "imágenes bonitas" con ellos en primer plano, dejando de lado el trasfondo político y social. Es un reflejo de este turismo globalizado que llega a cualquier parte.
Dejé el tema apartado, pero la casualidad hizo que su aroma llegara hasta mí. Aunque la marca es india, el texto promocional escrito en la caja evoca esa mística de los socotríes que queman la sustancia de la "sangre de dragón" en ceremonias mágicas. Es curioso cómo este incienso ha terminado en un pueblo de Sevilla, un símbolo más del capitalismo y su lógica de explotación tecnológica.
Y así fue como, entre el humo, volví a pensar en Socotra.
La página del proyecto, aquí: